miércoles, 21 de marzo de 2007

estado de espera en tlayacapan

11

el paso de la luz y del viento y del polvo y de la luz polvosa y del recuerdo de su antiguo rostro, el de antes, cuando no era una efigie, sino una mujer. como un golpe en el costado. un cansancio mayor que emergía de los riñones e inundaba todo mi cuerpo, generando un zumbido, casi un hormigueo, volviendo las cosas blanquecinas, traslúcidas. traslúcida su cara, que pasaba como un atropellamiento sobre su mirada y sobre mí, sobre el cuarto, volviéndonos grisáceos e inaccesibles.

12

así éramos, salvajez, feroces en medio de la mañana. conforme iba llegando el invierno y la luz de alrededor de las diez se iba volviendo cada vez más tenue y los olores de las hojas y de las raíces salientes más profundos, el amanecer, el besarse los labios, tomaba el nombre de cualquier prioridad y el invierno, por más frío que pudiera parecer, se perdía en el aparecer de los primeros rayos del medio día y se figuraba de nuevo el día, como un devenir de lo que sabíamos podíamos ser. el paso de la mañana a la tarde, como una ceremonia pública, sin más, sin nosotros incluso, sucedía.


13

como una aparición.

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