miércoles, 9 de mayo de 2007

simulacro

sin cesar van apareciendo los nombres, y son los mismos siempre, los de nuestros muertos. los cimbramos como árboles de una conciencia de la memoria antropofágica y voraz, como una forma que ocultamos de nosotros mismos. salimos del tiempo como sombras que confundimos con la noche. la memoria nos domina. pero no puede con el tiempo. lo afortunado es que no existe el silencio. las distintas piezas que nos conjuntan y nos arman en una serie de contrasentidos que afirman esa condición que tanto deseamos esconder por silencio y por miedo. por silencio y por miedo. por silencio y por miedo. se arman los pasos de lo que es memoria a un trasunto débil y debilitador entonces que nos sumerge en una tristeza y melancolía que se asumen luego como una conciencia sin consecuencias ni peso sobre el estar en el mundo. el paso del arte frente a nosotros no puede confundirse con el paso de la vida ante nosotros. no reconocer sus diferencias es no asumir las contradicciones y no dejar que su peso nos recuerde, ahora sí, las condiciones de vida. lo trashumante, lo sin voz, el anhelo de silencio, van hacia la caída de lo misterioso. la razón y la memoria se conjugan para tratar de deshacerlo. lo invisible está ahí. lo tiempo. es una cuestión de musicalidad, justo cuando nos hemos olvidado de ella. nos hemos olvidado de la música.

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