martes, 20 de febrero de 2007

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la escritura parte o del delirio o de la razón, pero ambos puntos son irreconciliables. tienen su espacio en la escritura de poesía, y son espejos de condiciones alternas, porque no se reflejan entre sí, sino que proyectan sus carencias e imposibilidades. delirio y razón tampoco coinciden en el alma humana, no pueden habitar al mismo tiempo el mismo espacio. así que sólo las conocemos como pequeñas partes de un todo inaprensible y cambiante. ambas posibilidades del devenir del lenguaje son totales. no excluyen nada y arrasan con todo. podría decirse que una cosa lleva a la otra, pero eso es falso. cuando una se agota surge la otra y ambas alimentan diversos deseos, que van de la necesidad de lo simple al más tormentoso proceso metafórico. vivimos en tránsitos. no hay estados permanentes, pero hay estados que se repiten. dan paso a necesidades y a la resolución de estas mismas.

la necesidad de la escritura, o una de sus necesidades, consiste en el acto imaginario de figurar. figura su propio espacio y su propio tiempo, que están adentro y afuera del mundo, que son migraciones de la memoria hacia sus formas imposibles. que hace que el estado de la escritura salga de su punto de partida y se convierta en su particular forma de ser un simple y no metódico, temporal, estado de escritura.

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